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Cuento de Ricitos de oro y los tres osos

Érase una vez una familia de osos: papá Oso, mamá Oso y Osito. Vivian en el bosque. Un bonito día del sol, decidieron salir un rato a recoger setas. ¡ Buenos días, señor Conejo! ¡Hasta luego, pajarillos!-gritaba Osito. Le encantaba saludar a sus amigos. Ese día, Ricitos de Oros se alejó mucho de su casa y, sin darse cuenta, se perdió en el bosque. Se sentó en el suelo para recoger unas flores y, de pronto, vio una casa entre los árboles.
¡Que suerte ¡ -dijo-. Me acercaré para verla mejor. Ricitos de Oro miró por la ventana. No había nadie en la casa. ! Qué bonita es!-exclamo al ver los muebles de madera-. ¡Anda! ¡Y hay comida en la mesa! ¡Mmmmmm!/Ricitos de Oro estaba hambrienta y decidió entrar. Probó la comida del plato mas grande y no le gustó mucho. Probó la del plato mediano y tampoco le gustó… Al tomar la primera cucharada de la comida del plato pequeño, ¡ le gustó tanto que se la comió toda ¡
Estaba riquísimo!-dijo al acabar. Después, entró en el salón. Se sentó en la butaca grande y le pareció demasiado blanda. ¡ Y la mecedora, muy dura! La sillita le gustó, pero era pequeña ¡ y se rompió! ¡ Menos mal que no me he hecho daño! ¡Vaya susto!- dijo Ricitos de Oro. Entonces se levantó y empezó a subir las escaleras. En la planta de arriba estaba el dormitorio.
Como llevaba tantas horas lejos de su casa, decidió dormir un poco. Bueno, sólo será una siestecita- dijo, bostezando. La cama más grande le pareció muy alta y la mediana… ¡demasiado ancha! ¡Pero la pequeña le encantó! ¡Que mullita!- exclamó mientras se tumbaba sobre la colcha. En un instante, cerró los ojos muy lentamente y se quedó dormida. Papá Oso, mamá Oso y Osito habían recogido una cesta de deliciosas setas y volvían a casa para comer.
Osito estaba hambriento. ¡Os espero en la mesa! ¡Voy a lavarme las manos!-dijo, muy contento, mientras corría hacia su casa. ¡ Menuda sorpresa! Osito no se lo podía creer. ¡ Alguien se ha comido mi comida ¡ ¡ Y además se ha sentado en mi silla y la ha roto! – protestó, muy enfadado, No grites, hijo- intervino papá Oso-. Iré a ver arriba por si hay alguien. Al llegar al dormitorio, papá Oso se encontró con Ricitos de Oro, que seguía durmiendo plácidamente.
Entonces, bajó a llamar a su familia: - Cuando sepáis lo que ha ocurrido, no os lo vais a creer –dijo riendo a carcajadas-. ¡Hay una niña durmiendo¡ Ricitos de Oro estaba muy asustada. Se disculpó por lo que había hecho. Bueno, no importa –respondió Osito, que ya no estaba enfadado-. Si quieres, podemos ser amigos… Decidieron salir a jugar mientras papá Oso preparaba la merienda.
Se lo pasaron de maravilla. Al caer la tarde, toda la familia acompañó a la pequeña hasta su casa. ¡Hasta pronto, amigos míos!- se despidió Ricitos de Oro, muy feliz.